No es ningún secreto: los músicos de jazz parecen condenados a compaginar distintas versiones musicales de sí mismos, como necesaria estrategia de supervivencia. De proyecto en proyecto, Juan de Diego va dejándonos pistas de una personalidad inquieta, versátil y siempre interesante. El título de este trabajo.

Erbestea significa “exilio” en euskera- puede predisponernos hacia cierta trascendencia, pero ésta queda amortiguada por cálidos fogonazos de groove, llenos de humor y tensión rítmica, en un conjunto rico en matices.

Isla Desierta abre el disco perezosamente, pero en Todos a una -como su propio nombre indica- el grupo se pone en marcha y sirve un abundante almuerzo hipercalórico. Erbestea -la canción- devuelve la música a un estado de apropiada ensoñación, en un sentido homenaje familiar abordado con cariño y cierta solemnidad, donde se adivina la sombra de Dave Douglas. Esta alternancia entre melodías reflexivas y arrebatos de extroversión y mordacidad establece el tono general de la grabación, componiendo un vistoso abanico de intereses dispares, satisfechos con gusto y solvencia.

Carril Guiri retoma el espíritu más festivo del repertorio, con un Jordi Matas que evoca el sonido de Grant Green, sin necesidad de imprimir la velocidad de aquel ni tocar más notas que las necesarias. Los referentes de la mejor tradición soul-jazz están indudablemente a la vista: no cuesta pensar en el Donald Byrd que abandonó el hard-bop en favor del funk, en Horace Silver o Lee Morgan, ejemplos clásicos de groove con enjundia y músculo, sin rodeos ni artificio. Este es un terreno donde Juan De Diego se desenvuelve cómodamente, no en vano rememora con asiduidad el sonido Blue Note en De Diego Brothers, el proyecto que lidera junto a su hermano Victor.

En Fukushima Mon Amour, el Leslie del hammond B3 –corran a conocer Shu Shu, trío donde Abel Boquera brilla en todo su esplendor- y el vibrato de la guitarra de Matas forman un remolino de fotogramas de cine noir, que el trompetista resuelve lacónicamente, entre luces mortecinas y sombras fantasmagóricas. Para terminar, en Calçotsalda Dani Domínguez se suma al equipo de cocina, en un tándem imparable junto a Caspar St. Charles. La energía del baterista gallego y el elegante swing del británico agitan el mejunje mientras Juan desmenuza socarronamente la receta de un improbable gumbo. ¿Hay mejor manera de despedir la función, que invitando al oyente a una animada comilona entre amigos? On egin!